Como soy tan lista como vaga, y me irrita sobremanera estar aquí cual esclava escribiendo todos los días una nueva actualización para que después vengan esos que se declaran mis amigos en los comentarios para acabar confesando que realemente sólo se han pasado para quedar bien pero no han leído nada, he decretado que en este mi reino dicha acción se penaliza con un castigo, el cual, dicho sea de paso, además de aliviarme de la tiranía del blog, me reporta cierto gustirrinín que no sabría si clasificar de sexual (porque desde que soy adulta soy casta y pura), pero que desde luego es igualmente placentero. Yo, como dueña y señora absoluta de este espacio, he decidido que aquellos que muestren este comportamiento tan indeseable se declaren como infractores de mis normas, y por lo tanto serán penalizados con la obligación de escribir una actualización para este mi blog. Sé que algunos de estos, mis apreciados amigos, me califican de tirana y otros de esclavista, pero yo prefiero considerarme liberal capitalista.
En esta ocasión es mi bienamado amigo Alejandro quien ha osado quebrantar esta regla y es por ello que no ha tenido más remedio que confeccionarme la siguiente actualización. Espero que la disfrutéis, mis queridos súbditos.
"Si de verdad hubieran querido hacer una película de Transformers para nuestra generación, sin duda hubiera comenzado de la siguiente manera:
Ramón Rodríguez, de 32 años, vuelve a casa de sus padres tras una dura jornada laboral picando teclas en una importante consultora del sector informático. De repente, su vida da un giro inesperado cuando el vagón de metro en el que viaja se transforma en un enorme robot que le ofrece comprar un piso a medias para revenderlo en cinco años."
(de http://www.elsentidodelavida.net/critica-transformers)
Me he descubierto riéndome de lo lindo con este comentario. La mayor parte de la gracia reside obviamente en lo mucho que me puedo identificar con el pobre Ramón Rodríguez: picando código todo el día para una ¿gran? consultora y acabar volviendo en metro a casa de mi tía.
Este descubrimiento es a la par escalofriante: resulta que me he sentido identificado con alguien de 32 años! Sí, es un día muy triste aquél en el que descubres que te has convertido en un adulto, que ya eres mayor. Ya no puedes decir nunca más: "Cuando sea mayor quiero ser [inserte una de las siguientes profesiones: piloto, médico, actor, astronauta o yonki (como pedía mi primo, y quizá la más acertada)]". Curiosamente ningún niño pide ser "ingeniero superior de telecomunicaciones". Aunque al final acabas convirtiéndote en eso. Y como ya no puedes decir nunca más "de mayor quiero ser..." resulta que te jodes con lo que te has convertido y te tiras todo el día picando código para una "gran" [inserte una de los siguientes adjetivos: explotadora, abusiva, absorbente...] consultora. Al fin y al cabo, es sólo tu culpa haber acabado así.
Pero no terminan las sorpresas cuando te resignas y asumes este presente tan halagüeño. Justo más tarde descubres que tus preocupaciones van a la par de tu recién adquirido estatus de "adulto". Todo llega una tarde de domingo cualquiera, de esas que pasas en una terraza cualquiera de cualquier bar bebiendo un café o una cerveza, acompañado de los amigos. Cuando te das cuenta de la naturaleza de la conversación es cuando el miedo se apodera de tí: tu amigo ha empezado quejándose de lo caro e imposible que está encontrar un piso en alquiler para irse a vivir por fin con su novia, que ya llevan dos años juntos, y añade que comprar con sus sueldos mileuristas ni se lo plantean. Y tú mientras tanto escuchas y asientes, porque les entiendes perfectamente y estás totalmente de acuerdo. ¿Dónde han quedado esas discusiones sobre quién es verdaderamente más fuerte, si Optimus Prime o Megatron? Ya eso ni siquiera te lo planteas, porque ya no te importa. Es entonces cuando ya traspasas el punto de no retorno, aquél en que ya eres definitivamente adulto sin vuelta atrás, y le preguntas a tu amigo, medio en broma medio en serio, que cuando se va a casar. Y él va, muy seguro y decidido, y te contesta! ¡Ya lo tienen todo planeado los muy cabrones!
Total, que ahora tendré que ahorrar para comprar un traje nuevo, lo que significará más días volviendo en metro a casa de mi tía después de un largo día picando código para la “gran” consultora. Doy gracias a Dios de que tenga sus iglesias tan masificadas como para que no haya hueco hasta dentro de dos años por lo menos. Dos largos años para intentar volver atrás, y seguir soñando en el metro que de repente el vagón se convertirá en Optimus y se ofrecerá a pagar la mitad de la hipoteca, y de paso, puestos a soñar, también me regalará el traje para la boda.
En esta ocasión es mi bienamado amigo Alejandro quien ha osado quebrantar esta regla y es por ello que no ha tenido más remedio que confeccionarme la siguiente actualización. Espero que la disfrutéis, mis queridos súbditos.
"Si de verdad hubieran querido hacer una película de Transformers para nuestra generación, sin duda hubiera comenzado de la siguiente manera:
Ramón Rodríguez, de 32 años, vuelve a casa de sus padres tras una dura jornada laboral picando teclas en una importante consultora del sector informático. De repente, su vida da un giro inesperado cuando el vagón de metro en el que viaja se transforma en un enorme robot que le ofrece comprar un piso a medias para revenderlo en cinco años."
(de http://www.elsentidodelavida.net/critica-transformers)
Me he descubierto riéndome de lo lindo con este comentario. La mayor parte de la gracia reside obviamente en lo mucho que me puedo identificar con el pobre Ramón Rodríguez: picando código todo el día para una ¿gran? consultora y acabar volviendo en metro a casa de mi tía.
Este descubrimiento es a la par escalofriante: resulta que me he sentido identificado con alguien de 32 años! Sí, es un día muy triste aquél en el que descubres que te has convertido en un adulto, que ya eres mayor. Ya no puedes decir nunca más: "Cuando sea mayor quiero ser [inserte una de las siguientes profesiones: piloto, médico, actor, astronauta o yonki (como pedía mi primo, y quizá la más acertada)]". Curiosamente ningún niño pide ser "ingeniero superior de telecomunicaciones". Aunque al final acabas convirtiéndote en eso. Y como ya no puedes decir nunca más "de mayor quiero ser..." resulta que te jodes con lo que te has convertido y te tiras todo el día picando código para una "gran" [inserte una de los siguientes adjetivos: explotadora, abusiva, absorbente...] consultora. Al fin y al cabo, es sólo tu culpa haber acabado así.
Pero no terminan las sorpresas cuando te resignas y asumes este presente tan halagüeño. Justo más tarde descubres que tus preocupaciones van a la par de tu recién adquirido estatus de "adulto". Todo llega una tarde de domingo cualquiera, de esas que pasas en una terraza cualquiera de cualquier bar bebiendo un café o una cerveza, acompañado de los amigos. Cuando te das cuenta de la naturaleza de la conversación es cuando el miedo se apodera de tí: tu amigo ha empezado quejándose de lo caro e imposible que está encontrar un piso en alquiler para irse a vivir por fin con su novia, que ya llevan dos años juntos, y añade que comprar con sus sueldos mileuristas ni se lo plantean. Y tú mientras tanto escuchas y asientes, porque les entiendes perfectamente y estás totalmente de acuerdo. ¿Dónde han quedado esas discusiones sobre quién es verdaderamente más fuerte, si Optimus Prime o Megatron? Ya eso ni siquiera te lo planteas, porque ya no te importa. Es entonces cuando ya traspasas el punto de no retorno, aquél en que ya eres definitivamente adulto sin vuelta atrás, y le preguntas a tu amigo, medio en broma medio en serio, que cuando se va a casar. Y él va, muy seguro y decidido, y te contesta! ¡Ya lo tienen todo planeado los muy cabrones!
Total, que ahora tendré que ahorrar para comprar un traje nuevo, lo que significará más días volviendo en metro a casa de mi tía después de un largo día picando código para la “gran” consultora. Doy gracias a Dios de que tenga sus iglesias tan masificadas como para que no haya hueco hasta dentro de dos años por lo menos. Dos largos años para intentar volver atrás, y seguir soñando en el metro que de repente el vagón se convertirá en Optimus y se ofrecerá a pagar la mitad de la hipoteca, y de paso, puestos a soñar, también me regalará el traje para la boda.
Jo! Se lo ha currado... :)
Saludos,
YoMisma
Saludos,
YoMisma
3 comentarios:
:) Si, es cierto... quiero volver a ser niña yo también!!
Las preocupaciones de los adultos son un rollo y, lo peor de todo, es que parecen no terminar nunca.
Genial el relato.
Un besitooo
Luego estamos las que efectivamente encontramos robots de esos en los túneles del metro, mantenemos con nuestros gatos interminables y filosóficas conversaciones y ponemos a las plantas juntas 'para que no se aburran y se den mimos'. Y cuando la conversación deriva a la hipoteca desconectamos y jugamos a adivinar cuándo estrenarán Hellboy III. 35 castañas. Como lo oyes.
Sí que se lo ha currao tu colega, sí...
Conste que el día antes de la presentación de mi proyecto me lo pasé leyendo tu blog! Así que ahora no me puedes volver a castigar por nene malo! ^^
Hablamos!
Bye
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