Espías entre nosotros

Soy fumadora, no es un secreto ni nada por el estilo, nunca en mi vida he sido otra cosa diferente a eso, he podido fumar o no, en un tiempo más o menos corto, pero siempre he sido fumadora, tal vez sea el problema de que tu padre fume desde que eres pequeño, tal vez sea que cuando yo nací la sociedad estaba lo suficiente poco evolucionada como para que no se considerara una atrocidad que existieran paquetes de cigarrillos de chocolate, nunca lo sabré, lo que es cierto, es que eran otros tiempos, mi madre nunca ha fumado y por eso no ha estigmatizado a mi padre, que la gente fumara, en aquel entonces, no era ni malo ni bueno, simplemente era un hábito, y que mi madre nos comprara cigarrillos de chocolate, no le hizo despertar ninguna alarma en su cabeza, de que tal vez eso en el futuro nos hiciera fumadoras. Ella, igual que otra gente del pasado siglo XX, no vio el peligro en que sus hijas con diez años jugaran a hacer cigarrillos de broma, con papel higiénico y polvos talco, para llevar en sus bolsitos y jugar a ser mamás.

Llamadme loca, pero casi veo mejor que tu hija fume, porque le ve de cosas de papás y mamás a que lo haga por pertenecer a un selecto club de adolescentes que hacen cualquier cosa por irritar a sus padres, y rompen las reglas solo por lo bello de hacer algo prohibido. (Donde pone fumar se pueden añadir millones de otras cosas, a mis ojos peores)

Ni siquiera creo que fuera culpa de mis padres, ni siquiera creo que sea algo por lo que estar estigmatizada, con tantas leyes antitabaco y tanta publicidad en contra del humo, es malo, es cierto, ya está, no creo que el hecho de que me lo digan al cabo del día diez personas, hasta el día que me muera, me hagan cambiar de opinión, no creo que crean que a estas alturas del cuento no me he enterado de que el tabaco mata, tendría que estar sorda, al fin y al cabo ya lo he oído mil veces.

Entiendo, de todas maneras a los no fumadores, entiendo que durante décadas nos hemos subido a las barbas del pobre no fumador, lo de tener todo el día, a tu compañero de trabajo fumando delante de ti, no creo que les gustara demasiado, que mientras comes alguien te eche el humo no tiene que hacer gracia, que fueras al médico por problemas respiratorios y el señor doctor estuviera echándose un cigarro ralla la locura, nos hemos pasado tres pueblos, y hemos llegado a calentarles tanto las narices, que ahora nos persiguen tras las esquinas. Lo malo es que tienen una legislación, al parecer una de las menos restrictivas (en España) que los apoya, una legislación que quieren endurecer porque a sus ojos no es suficiente.

Estoy asustada, el otro día dije delante de los del curro que era fumadora, pensaba que les estaba dando una primicia, todos lo sabían, también sabían que nunca bajo a fumar en las horas de trabajo, y obviamente no fumo en mi puesto, no sé como se habrán dado cuenta, jamás he fumado delante de ninguno de ellos, no sé que estarán planeando….

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Saludos
YoMisma

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, no es muy difícil conocer un fumador...

El tono de la piel, de las encias, de los labios....

Cuando miro una película, podría decirte quien es fumador y quien no.

Y sin ser espía. En fin.

YoMisma dijo...

Fumo cuatro cigarros al día, y no es metáfora...

Y lo del espionaje venía también porque saben perfectamente que no bajo a fumar en toda la jornada laboral, cosa que me asusta un pelín
:)

Saludos