Fabio

Había nacido en la calle, de siempre recordaba estar solo y asustado. Asustado de todo, de la oscuridad, de la gente, de tener hambre, miedo por tener comida y no saber donde esconderla sabiendo que a los días tendría hambre.

Miedo de los otros perros, de los gatos, de los niños, de los coches, de la lluvia y el frío, del calor y de la falta de agua, toda su existencia se basaba en correr asustado de un lado a otro, con breves caídas a un sueño agotador del que se levantaba sobresaltado por algún ruido que le asustaba, siempre miedo.

Veía a otros perros con sus dueños y los odiaba profundamente, todos esos perros parecían bobos, corriendo enloquecidos o paseando tranquilos al lado de aquellos humanos, no comprendía como podían estar tan ciegos.

Finalmente lo atraparon esos mismos humanos, en una organización a la que llamaban "Protectora", ja! bonita palabra, lo primero que hicieron fué bañarlo, actividad absurda donde las haya, y ponerle un nombre. Fabio le pusieron, menos mal, si llega a ser algo parecido a Chiqui, hubiera saltado a sus cuellos hasta que hubieran cambiado de opinión, pero Fabio tenía cierto aire a abandonado y sin mucha suerte, le pegaba con aquella facha que le había quedado después del dichoso baño, sin mugre, se veían entre las calvas de su pelaje, aquella piel blancuzca, con el poco pelo que le quedaba libre de nudos, y liso, se le notaban los huesos de su desnutrido cuerpo y una cola sin pelos igual a la de un ratón, flaco favor le había hecho el baño, así daba una imagen mucho más lamentable.

De aquella guisa le hicieron una foto, y la publicaron, vete a saber qué significaría aquello. La consecuencia directa de aquello es que en dos días apareció una humana, tirando pesadamente de un carrito en el que llevaba una humana menor y sus "Protectores" hicieron que él se fuera con ellas.

Fue fácil, esos humanos eran tontos y la humana pequeña más, sólo necesitó hacerle un pequeño rasguño para volver a la "Protectora" en menos de 24 horas, un humano a él, venga!

Pero aquello no terminó allí, al día siguiente ya había otra humana en la puerta de la "Protectora" que también se decidió por llevárselo y sus "Protectores" volvieron a entregarlo, bueno, que no deshicieran su jaula, pensaba volver pronto.

Pero aquello no fue tan fácil, en absoluto, viéndolo desde lejos, aquella humana compartía con Fabio lo único contra lo que él no era capaz de luchar, una cabezonería mucho más grande que la suya, y ahora desde la distancia, ella nunca se rindió, no lo hizo cuando le mordió a los otros perros que ella tenía, cuando se hacía pis en su cama, cuando le mordió al profesor de conducta canina, qué gracia! profesor de conducta canina. Se pasaban las tardes juntos, ella vigilándolo, él allí, porque no le dejaba moverse mucho para que no hiciera algún estropicio.

Con el tiempo, era muy cómodo dormir cuando ella montaba guardia, cuando su cojín estaba al lado de su cama, era fácil saber que ella traería comida y que se ocuparía de que su agua estaría limpia, poco a poco y sin querer empezó a sentarle fatal que se pasara el tiempo diciendo "Fabio muy mal" y empezó sin querer a buscar los "Muy bien, Fabio", los otros perros a los que ella quería resultaron ser tan cabezones como ella misma y a la fuerza no le quedó más que aceptarlos.

Y sin querer se convirtió en lo que más había odiado, un perrito faldero, un perrito enamorado.



Saludines,
YoMisma

Traición

Notas como la cabeza te está a punto de estallar, notas las palpitaciones, las punzadas, notas como te escuecen los ojos, al menos ahora puedes respirar, así que te aferras a eso, supones que poco a poco todo tu cuerpo se está sobreponiendo al impacto.

Te concentras en tu respiración, tienes que centrarte solamente en eso, o te volverás a precipitar al vacío, sólo la respiración.

Es un trabajo enorme, no pensar en nada, sólo respirar, dejar que primero el cuerpo se adapte al impacto y al dolor, para que cuando este físicamente repuesto sea capaz de mantenerse para poder analizar, pensar en lo sucedido.

Pero ahora no, inspiras, expiras, inspiras, vuelves a expirar, en algunos instantes crees que estás recuperándote y tomas la decisión equivocada de intentar entender, porqué se te ha sacudido con todas las fuerzas, y entonces vuelven, las punzadas, casi te impiden respirar.

Decides que lo intentarás mañana, te deslizas hasta el fondo de tu cueva, el único lugar en el que te sientes algo más seguro, a la vez que infinitamente solo, al menos allí no tienes que luchar, te agazadas y te acunas, abrazándote fuerte, no quieres pensar y te tarareas una pequeña canción de cuna, solo quieres centrarte en eso, arropado y a salvo de esa mirada de odio, tan profundo y real, la misma que una vez hacía lucir el sol y te protegía de los Titanes.

¿Cómo hemos llegado a esto?

Saludines,
YoMisma

(27/02/2015)