La historia más pesimista jamás contada.

Viene inspirada por culpa del verano, con tanto, tantísimo calor, a mis vecinos y a mi también, nos da por dejar las ventanas abiertas, a ver si se mueve el aire o algo y da la sensación de que estamos más fresquitos, no es que resuelva mucho, pero al menos hacemos todo lo que podemos.

Con las ventanas abiertas, es mucho, pero mucho más fácil oír conversaciones ajenas, y mucho más en mi barrio, que parece que nos pegaron unas ventanas con otras.

La frase, se escapó de una ventana, un señor mayor le decía a su esposa, en avanzado estado de vejez también: “Ya son mayores, pueden hacer lo que quieran y es ahora cuando nosotros les tenemos que dar explicaciones a ellos, ellos pueden hacer lo que quieran, no dependen de nosotros”.

Es triste, nos pasamos la vida siendo los protagonistas de nuestra propia existencia, todo se centra a nuestra alrededor, desde que nacemos, estamos aprendiendo, la gente nos presta atención, somos los que avanzamos, los que crecemos, estudiamos, conocemos gente, trabajamos, criamos a nuestros hijos, seguimos trabajando, nos compramos nuestro coche, nuestra casa, compramos nuestras necesidades, nuestros caprichos y cuidamos de aquellos a los que queremos y dependen de nosotros, y poco a poco, tan lento que tiene que parecer mentira, te vas trasladando a una situación totalmente distinta, tan lento, te das cuenta como esa gente a la que cuidabas te van quitando actividades y responsabilidades.

Vas perdiendo las amistades que has tenido toda la vida y la gente que merece tu respeto y conoces de siempre, desaparecen, ya no están, se han ido, y si alguno queda, anda en la misma situación de autoridad que le impide verte, igual que a ti verlo a él, tu mundo desaparece con ellos, y sin ellos ya no existes, la gente que sabía quien eras, que se podía esperar de ti, y cual era tu concepto de lealtad, ya no están ni para interceder por ti, ni para hablar de los viejos tiempos, en su lugar han crecido personas de tu propia sangre, que se ven en el derecho de mirar por ti y decidir lo que debes y no puedes hacer, es en ese momento en el que caes, en el que recapacitas, que tal vez no invertiste lo mejor que pudiste el tiempo, te das cuenta que antes de haber llegado a esta situación tenías que haberles inculcado los valores que te pertenecen desde siempre, que tal vez entre elegir que no les faltase de nada y que sean dignos e íntegros elegiste mal. Los ves y no los conoces, no entiendes como se te pudo pasar entre tantos días de trabajo, el explicarles cosas tan básicas, no eres capaz de entender como piensan así y como no te has dado cuenta hasta ahora, ahora que el poco futuro que te queda está en sus manos.

Como si no fuera bastante con llegar a mayor… también tienes esos pensamientos, esas decisiones que en su momento no viste y que ahora pagas… genial, absolutamente maravilloso.

1 comentarios:

Capitán Clostridium dijo...

No puedo creer que nadie comentara tu relato. Me ha parecido muy crudo, pero bastante real. Una pena acabar así. Pero de nosotros dependerá nuestro final y aún esa historia está por ser contada.