Esa vocecita que te susurra en el oído…

¿Tú no la tienes? Yo sí, vamos, yo por ser más que nadie tengo dos, una es grande y la llevo oyendo toda la vida, antes era una voz real, que me enseñaba su forma de pensar y que me inculcaba sus mismos pensamientos, me decía lo que era decente, lo que estaba bien y lo que estaba mal, todos los conocimientos que he adquirido sobre el bien y el mal de esta vocecita, los creo de los más útiles que tendré, también tengo una gran colección de la forma de comportarse y tratar a los demás que me han servido de mucho, y que realmente agradezco que alguien me haya inculcado, tengo conocimientos básicos sobre cocina, limpieza, higiene, como se ordenan los trastos de mi cuarto… Qué cosas se le perdonan a la gente y que cosas a mi hermana, porque aunque parezca igual, no es lo mismo gente que familia, aunque pertenezcan a la misma especie animal y todo eso, es así, obvio, para esa vocecita y para mi también. Esa vocecita es la que normalmente me guía cuando tengo dudas y es a la que acudo cuando mis problemas me superan, es posible que su solución no me sirva, que este un poco distante de la verdad, eso se ve acentuado porque hay veces que no le cuento las cosas, tal y como son, ya he comentado que ella tiene otra visión sobre la decencia, pero ya me ayude o no, me gusta oírla, y en cierto modo me hace sentir más segura, más tranquila, en casa.

La mayoría de la sabiduría de esta vocecita radica en la sabiduría de la vocecita que le hablo a ella en sus principios, esa vocecita, la suya, también la quería a ella, de la misma manera que mi vocecita me quiere a mi, solo miraba por su bien e hizo de ella una persona digna e integra, tal vez su vocecilla estaba demasiado marcada por el que dirán o tal vez no, es obvio, por mucho que nos queramos mentir, la gente habla, la gente chinchorrea y cuanto menos cosas malas puedan sacar de ti, más fácil será el proceso para que no te dejen mal, su vocecilla era una voz ya mayor, hace mucho tiempo de ello y aunque como muy bien dice “Por mucho que digan que las cosas cambian, las final todo sigue más o menos igual” cuando pasan algunas años las cosas CAMBIAN no queda más remedio es así. Aún así las quiero, a las dos, a una no la oiré más ni yo, ni mi vocecilla y a mi vocecilla cada vez la oigo menos, al menos en el sentido real, aunque en mi cabeza siguen sonando sus argumentos y su forma de actuar y pensar sobre muchísimas cosas.

Luego tengo la otra voz, es mi voz, la que me he forjado durante todo el tiempo que tengo de vida, esta es una recopilación de todas las vocecillas que hay por ahí y de las cosas que me han dicho y me han gustado, también tiene cosas que son originalmente mías, que las he creado yo, y en las que creo, esta voz está en proceso, aún no tiene muy claro como hay que comportarse en un sinfín de situaciones, sobre todo en esas situaciones que le han enseñado a comportarse pero que no ve claro que sean así, sobre todo, en esos pensamientos sigue en proceso, no termina de verlo claro, se esfuerza en luchar, luchar por ser capaz de expresar su opinión, de luchar contra la voz grande, que durante tanto tiempo ha sido la encargada de gobernarme,

Mi voz tiene el trabajo más grande de todos los que he conocido, me tiene que guiar, y será la que me ponga en contra de la única cosa en el mundo que me tranquiliza cuando todo lo demás se evapora, es horrible, no me gustaría tener su trabajo por nada del mundo, no se como se puede atrever simplemente a hacer eso, a darle la espalda a la cosa más segura que tengo en la vida, a esa voz, que me simplifica todo los problemas, que me acoge y me da la paz, aunque sepa, que lo que dice no me sirve, que no es así, me sigue tranquilizando.

Pero no le queda más remedio, por mucho que me aferre a esa vocecilla que me ayuda a su manera, yo sé que no va a estar ahí siempre para tranquilizarme, para acogerme, para simplificar mi vida y hacerme sentir segura, al final, esa vocecilla desaparecerá, al menos la real, y yo tendré que quedarme con su recuerdo y con mi voz, que sé que será prácticamente mi vocecilla, pero mejorada, hasta el punto que sea mía.

Luego está el punto positivo de todo, al fin y al cabo, la vocecilla que me acompaña, al igual que la vocecilla que la acompaño a ella, tiene una cualidad y un defecto, el defecto es que posiblemente me martirice cuando una de las decisiones de mi voz me haga caer en el error, y no callará repitiendo todos los fallos y las malas decisiones a las que hago caso, la cosa buena, que por mucho que me martirice y me repita mis fallos, siempre, siempre, se me permitirá volver a su lado para escucharla, y puede ser que incluso, al final, todo salga bien, aunque no sea como ella había planeado.

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