¿Dónde pongo la sombrilla?

En esta época del año es la pregunta que más daño hace, la que más rencor despierta y posiblemente la razón por la que más parejas y familias terminan enfadándose. Es lo que tiene, el calor cansa, acalora, fatiga, y lo único que nos libra de ello es la sombrilla… pero claro, si tu pariente/parienta no se compromete con la tarea de buscar sombra… ¿En serio se está tomando en serio vuestra relación? ¿Qué se puede esperar de una persona que no tiene ningún remordimiento de conciencia en ese sentido?

Todo empieza como las grandes batallas, al alba… justo con los primeros rayos de sol, cuando te das cuenta que se ha vuelto a pasar la noche y que has vuelto a dormir como los demonios, hace calor, no acabas de acostumbrarte a ese ambientillo playero, que parece que todo se pega y a la vez está todo húmedo, vaya nochecita… y para colmo tu pariente/parienta está despanzurrado al otro lado de la cama, con la babilla cayendo en la sábana sin ninguna impunidad, le das un codazo, no es por hacerle daño, solo es que te jode hasta el infinito que él pueda dormir con esa felicidad mientras que tú ya tienes dolor de cabeza antes de salir de la cama.

“¿Arrrrgggg?”

¡Ains! ¡Lo matarías! Intentas relajarte, no acaba ni de empezar el día, y ya tienes instintos homicidas, respiras… uno, dos, tres…, respiras…, cuatro, cinco…. Decides dejarlo en la cama mientras vas al baño, seguro que solo quiere quedarse un poquito más en la cama, ya estuvisteis hablando por la noche que hoy llegabais pronto a la playa, que si no al final el día se os liaba entre unas cosas y otras…

Te lo tomas con calma, no por nada en particular, simplemente porque no quieres salir del baño y encontrarlo aún despanzurrado en la cama ¿Cómo es posible que duerma de esa manera? Sales, sigue durmiendo… uno, dos, tres,… cuatro… No pasa nada, voy a desayunar… “Respira hondo…“ Te dices, con toda la calma que puedes reunir… “Son las vacaciones, ¿no vamos a estar todos los días discutiendo…?”

La mañana está totalmente fresquita, la brisa parece amigable y en el pisito se oye la tranquilidad por todos los muros, al fondo… las gaviotas vuelan, y se oyen a los primeros bañistas dirigirse a la playa… respiras… que tranquilidad…

De pronto, un portazo, tu pariente/parienta se ha despertado y no ha tenido la previsión de no hacer ruido, eso también lo hablasteis, que la casa se mantendría en silencio el mayor tiempo posible, hasta que todo estuviera ordenado para salir del apartamento, para no despertarlos… respiras con miedo, esperando a que no haya transcendido el ruido, y que solo sean cosas tuyas lo ensordecedor que ha parecido… pasan unos instantes tensos…. Uno, dos,….

“¿MAMÁ? ¿YA OS HABEIS LEVANTADO?”
Sales corriendo ¡Tarde!
“Ssssh….” No despiertes a tu hermano…

“¿maammmá?
¡Mierda, tarde!

“Ssssh… Aún es temprano dormiros un ratito más” (A ver si al menos salvamos los trastos…)

Se oye la puerta del baño…
“¡Cari! Ya estoy despierto ¿Me has preparado el desayuno?

“¡SE HA LEVANTADO PAPÁ! ¡ARRIBA! ¡ARRIBA!

Ya da igual, adiós tranquilidad… Adiós previsión… Uno, dos, tres… respira… Cuatro, cinco, seis, siete… Bueno, lo mismo da, al fin y al cabo se tenían que despertar, nos arreglaremos y bajamos a la playa…

Es uno de los planes más fáciles que existen en el universo, no es tan complicado, pero de pronto ves, que nada es fácil si por el medio tienes que ir esquivando colchonetas a medio inflar y cubos de playa. Te diriges a la cocina con la falsa esperanza de encontrar aliados, pero allí no hay nadie, todos los habitantes del minúsculo pisín están rodeando la barca para inflarla de nuevo, ayer hubo que quitarle un poco de aire para que entrara en el ascensor, al menos con un acompañante, parecen que tienen un plan de ataque, mientras te vas para la cocina, a preparar el desayuno a la tropa. Cuando está todo arreglado, los llamas, entre quejidos y muecas consigues que se sienten y coman algo mientras que vas repartiendo los bañadores para cada uno, les aplicas crema y les lavas un poco la cara. Para el desayuno solo has necesitado una hora, y mira, hasta parecen buenos.

Primera fase completada, toca la siguiente, salida de la guarida con los enseres propios de una mañana en la playa, así que empieza el desfile, primero lo importante, el flotador para los niños, los manguitos, la barca, por supuesto, los cubos de la arena, la pala, el rastrillo, los muñequitos para hacer formas en la arena, gafas de bucear, el tubito para el buceo, la red de las naranjas para traer la “pesca”… los remos de la dichosa barca, las cometas… y luego lo que no sirve para nada, y por supuesto todos se quejan, las toallas, agua fresca, gorras para la tripulación, las cremas, la sombrilla, esterillas para la arena, gafas de sol… las llaves de casa, las del coche, dinero… Bueno, parece que ya está todo… a duras penas lo sacamos del minúsculo habitáculo y nos decidimos a la gran aventura de llegar a la playa, el hecho de llevar la barquita inflada, gran idea por supuesto del capitán de la nave, dificulta e incluso hace peligroso la maniobra de aproximación a la ansiada arena, más que nada porque los marineros son muy pequeños para llevarla y con una suave brisa, se pierde la noción de quien lleva a quien a navegar…

Media hora después de catastróficas maniobras para no perder a nadie, en el escaso recorrido a nuestro destino llegamos, y es allí donde se contempla la realidad… Que hay mucha gente organizada y madrugadora en el mundo, y que toda ella ya ha llegado a la arena, y por lo tanto ya escasea exageradamente los emplazamientos en los que se divisa la arena… En ese momento, el capitán de la embarcación con sonrisa burlona se gira y te pregunta… Cariño… ¿Dónde pongo la sombrilla?

Uno, dos… tres… cuatro… cinco… respira, solo concéntrate en respirar… seis… siete…

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